LOS NIÑOS Y EL MAR
Siempre he escuchado o leído románticas historias del mar, sobre parejas embaucadas por la marea, Pero ¿quién de nosotros se ha dedicado a observar a los niños en el mar? ¡Esos cuerpecitos amorfos y torpes al caminar! A quienes la fuerza de gravedad atrae, sin prejuicio ni censura, su trasero al suelo como un imán?
Esos pequeños que al ser atrapados por el mar sufren una tensión que les hace temblar violentamente desde sus ínfimos pies hasta sus cabellos y explotan en grititos y saltos histéricos de felicidad, esos pequeñitos personajes envueltos por sus protectoras madres en un betún contra los rayos UV, crema que en contacto con el agua se convierte en una base ideal para ver a un hermoso “niño apanado” y a una pobre madre luchando con esa arena que ataca a tu bebe mientras un berrinche infernal prueba sus nervios de acero. Mientras en otro costadito los niños un poco más grandes y con personalidad responden a unas impacientes madres ¡la última Mami! refiriéndose a esa pobre ola que persiguen dentro del mar para luego arrancan “por sus vidas” fueras de éste.
El mar siempre estará en nuestro recuerdo, es esa fuerza violenta capaz de derribarnos y quitarnos todo, pero en los recuerdos de infancia siempre será aquel amigo amable que devuelve la pelota que lanzamos, ese que dentro de sus brazos nos hace flotar, siempre intentando tocar tus pies cuando por su orilla caminas, tus pies atrapados en arena y lo pesado que era caminar en ella, recuerdos que estos niños tendrán y cada vez que vuelvan al mar su paz les inundará.
Conchita Figueroa, Quintay, noviembre 27 de 2010